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Mucho después, Edipo, anciano y ciego, vagaba por
los caminos. Sintió un aroma familiar. Era
la Esfinge. Edipo la increpó: “Quiero preguntarte algo.
¿Por qué no reconocí a mi madre?” “Porque diste la
respuesta equivocada”, contestó la Esfinge. “¡Pero eso fue
lo que hizo todo posible!”, exclamó Edipo. “No -respondió ella-,
cuando te pregunté: ¿qué camina en cuatro patas a la mañana,
en dos al mediodía, en tres a la tarde?, me contestaste:
el Hombre. Nada dijiste de la mujer”. “Pero si digo
Hombre -explicó Edipo- quedan incluidas las mujeres.
Cualquiera lo sabe”. A lo que ella retrucó: “Eso es
lo que tú piensas”.

Edipo Rey

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Long afterward, Oedipus, old and blinded, walked the
roads. He smelled a familiar smell. It was
the Sphinx. Oedipus said, ‘I want to ask one question.
Why didn’t I recognize my mother?’ ‘You gave the
wrong answer,’ said the Sphinx. ‘But that was what
made everything possible,’ said Oedipus. ‘No,’ she said.
‘When I asked, What walks on four legs in the morning,
two at noon, and three in the evening, you answered,
Man. You didn’t say anything about woman.’
‘When you say Man,’ said Oedipus, ‘you include women
too. Everyone knows that.’ She said, ‘That’s what
you think.’

Leila Garreiro

Aquí yo, otra vez, arrastrándome en el pantano de los rotos o flotando feliz entre la euforia de los vivos, idéntica a mí, la muy sincera, la muy falsa, la esquiva, la insensible, la mísera, la idiota, la astuta, la excesiva, la austera, la retrógrada, la feminista, la jurásica, la iracunda, la violenta, la agresiva, la suave, la tan suave, aquí yo, yo, yo, la egocéntrica, la narcisa, la modesta, la muy humilde, la tan humilde, la soberbia, la confundida, la preclara, la confusa, la confesa, la caníbal, la cobarde, la cursi, la que habla de sí, la que no habla de sí, la que solo habla de sí, la impávida, la fría, la muy cálida, la kitsch, la ruda, la bruta, la brutal, la que vive en sosiego, la desasosegada, la que te tiene harto, la que no sabe lo que dice, la que no dice lo que sabe, la que lo cuenta todo, la que no cuenta nada, la que lo cuenta todo pero no cuenta nada, la que no sabe escribir, la que escribe como puede, la que no escribe en absoluto, la que no piensa, la que no sabe pensar, la enredada, la vacua, la precisa, la justa, la tan justa, la honesta, la muy insoportable, la rastrera, la infame, la insumisa, la blasfema, la que pide y no da, la que da pero no quiere, la que lo quiere todo, la que nunca da explicaciones. “Mi propósito” —dice Balder, uno de los personajes de la novela El amor brujo, del escritor argentino Roberto Arlt— “es evidenciar de qué manera busqué el conocimiento a través de una avalancha de tinieblas y mi propia potencia en la infinita debilidad que me acompañó hora tras hora”. “Poco a poco tendré que ir saqueando mi propia vida para ofrecerla al mejor postor”, escribe Andrés Felipe Solano en su libro Corea, apuntes desde la cuerda floja. Vengo aquí. Saqueo mi vida. Ahí la tienen. ¿Para qué la quieren? Yo, a veces, le prendería fuego.

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Leila es una mujer que de primeras no estudió periodismo, sino turismo, pero más tarde si quiso ejercer su verdadera vcación.

Este es uno de los artículos que publica en su columnas, un texto muy conmemorativo para mí, ya que fue interpretado por mi curso para la función del día de la mujer.

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